Pero sin conseguirlo gran cosa

miércoles, 4 de julio de 2012

Bajo Cero - Historias de frio, mucho frio.


Siguiendo la tradición de las películas de presentar una versión del director unos años más adelante, con escenas nuevas y escenas antiguas ampliadas con material nunca visto... diré que este es el caso.

Vieja historia con nuevo material, preview de lo que va a ser una remasterizacion completa de mi libro "Dormir es de Cobardes"
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Bajo Cero.

Fat and Black,  suena a dúo de country americano, a viajeros nómadas de la vida.

Y cierto componente de aquello había. Cuando recuerdo aquellas tardes de música, de guitarra y cajón flamenco no puedo menos que esbozar una sonrisa y silbar un tema de los que sonaban aquellas noches en las que éramos el relativo centro de atención de un pequeño escenario perdido entre columnas. Las escasas veces que yo participaba en el show, salíamos Dani y yo a tocar, él guitarra y voz, yo golpeando un cajón flamenco que poco menos que se caía a cachos, con más desatino que atino.
Tocábamos canciones "typical spanish", como el “bamboleo”, “el toro enamorado de la luna” y algunas otras menos típicas.
A medio show llegaba Tony, con su distintivo agujero entre los paletos, y puede que se quedase observando, o bien que tomase mi sitio en el cajón y cogiese el "chiki chiki", maraca improvisada con un bote de pringles forrado con papel de regalo.
Entonces yo me iba a "hacer el Raúl", que era básicamente estar en todas partes y hablar con todo el mundo al mismo tiempo, de mesa en mesa, intercambiando un poco de conversacion.

No mucho tiempo antes, estaba una tarde con mi novia y unos amigos tranquilamente en casa. Corria diciembre del año 2004, la inocencia de la corta edad y del primer amor.

Esa noche recibí una llamada de un número raro que resultó ser mi antiguo profesor de piano, un cubano de la Habana. El personaje que me inculcó el amor por el Jazz, el que me dió clase durante tantos años, el que fallídamente intentó enseñarme a bailar y con el que esporádicamente retomo contacto, cuando menos me lo espero y aun a dia de hoy.

- Oieh! Soy Tony -

- Tony! que alegría oirte!

―¿Cómo vah chico?―.

Procedí a contarle mi vida, mis andanzas y locuras, mis viajes de hasta el horizonte y vuelta y mi deteriorada relación con mis progenitores. Le conté de mi novia cubana, de la Habana, como él, que algún día me gustaría presentarsela y tal. Cuando hube acabado de relatar historias, llegó lo inesperado:

―Raúl, chico, ¿qué tu hases de trabajo ahora?―.
―Pues nada de momento, ¿por qué?―.
―Mira asere, tengo un trabajo para ti aquí en el hotel que yo estoy, soy jefe de la animasión―.
―Bueno, me lo tendría que pensar, que es que ahora tengo novia y todo eso―.

Tras esta conversación se desencadenó toda una sucesión de eventos que culminó con despedida en aeropuerto madrileño y beso de "hasta luego pero no adiós" que, como muchas cosas en la vida, no era todo lo que parecía.

Hacía sol aquella mañana en la que salí de la estación de autobuses de Barcelona cargado de una tonelada de ropa para resistir en el país de la nieve, y cuando llegué a Andorra la Vella aún conservaba fresco en mis labios el sabor de la despedida en Madrid.

Vivíamos en un edificio destinado al personal del hotel, al cual se accedía en muchas ocasiones caminando por encima de metro y medio de nieve, lo que era normal estando como estábamos a dosmil metros de altura. Yo solamente disponía de mis zapatillas desgastadas de skater, que resbalaban sobre la nieve como si de esquíes se tratase.
(más adelante me dejaría mi unico dinero en unas botas de montaña que siguen conmigo casi 8 años después)

La casa estaba intermitentemente sin calefacción, lo cual no era muy agradable si tenemos en cuenta la temperatura exterior de 10-15 grados bajo cero, y empleábamos el alfeizar de la ventana a modo de congelador. A la dirección del hotel le daba semi-igual (con el tiempo he venido a darme cuenta de que les daba completamente igual) que el personal se congelase y en ocasiones no dispusiese de agua caliente. Nunca vi urgencia en su resolución del problema, que languidecía durante una semana o dos hasta que alguien se decidía a hacer algo al respecto.

Yo compartía habitación con Tony. Dani y los otros 3 compañeros de piso ocupaban la habitación contigua. Por la noche nos sentábamos en el salón, con el gran Joaquín Sabina sonando en los cutres altavoces, y Dani nos contaba de sus andanzas por el mundo.

Historias de cuando se había ido por Europa con un amigo suyo, guitarra a la espalda, a vivir del aire, de lo que diese de si el canto y el arte. Decidieron que todo lo que sacasen iría a parar a una misma saca, y que lo contarían a la vuelta. Al parecer volvieron con unos 1000 euros (del dinero de entonces, a dia de hoy sería más) en monedas de 23 países distintos (aquella época en la que no existía el euro ni tantas otras cosas).
También historias de la tuna, de la que él había formado parte, y mi favorita, la del tuno solitario.

¿Cuántas veces habéis visto a un tuno tocar solo?

Un buen día a Daniel se le cruzaron los cables y decidió partir a la aventura, con un billete de ida a Buenos Aires. Resulta que había sido tuno de la universidad en la que estudió, en Sevilla, y se había aprendido esas canciones que los tunos aprenden cuando se juntan. Al llegar a Buenos Aires con su guitarra y poco más se había dedicado a buscar lugares en los que tocar por dinero. Encontró un restaurante en el que le dejaban tocar a cambio de lo que diese el público. Daniel nunca había tocado solo y tenía miedo escénico. Estaba muy nervioso y las primeras canciones le salieron bastante mal.

Presentía que aquello no iba a funcionar para él, pero tuvo la suerte de que aquella noche entró en el restaurante un grupo de la tuna de la universidad de Santiago de Compostela. Decidieron repartirse el dinero a partes iguales, y estuvieron tocando juntos hasta la partida de los gallegos.

Entonces, una vez perdido el miedo fue cuando Daniel se lanzó a la aventura, recorriendo la práctica totalidad de América del sur, en un periplo que duró cerca de 4 años. Desde tierra de fuego, en la base militar situada más al sur del mundo, acogido por el ejército argentino, pasando por lugares remotos de la Patagonia, haciendo autostop, con coches que pasaban a razón de uno cada dos horas y perdido en las selvas de Brasil, las montañas de Perú. Siempre con su guitarra, una mochila desgastada, unos pesos en el bolsillo y el mono de peluche que se compró en  Buenos Aires, que utilizaba para ambientar la velada.

Después de todo eso había conocido a su amor en Chile de la cual nunca contó demasiado, pero daba la

impresión de que la quería mucho. Decía que por eso la era fiel, a pesar de los varios miles de kilómetros de distancia entre ellos y el tiempo que los separaba. Yo siempre pensé que la razón de su fidelidad estaba más próxima del lado de sus posibilidades que del de sus ganas, pero eso es ya ser malo gratuitamente.
Se había vuelto a Madrid, y había empezado a trabajar como vendedor inmobiliario para Marina D'or, una conocida urbanización de vacaciones costera. Él me dijo que trataba de hacer un "colchón" de dinero ahorrado para que su novia pudiese venirse a vivir a España.

―Pero no soy buen vendedor. Yo vendía lo normal, lo justo para que no me echasen―.

―(Asentí)―.

―¿Pero cómo voy a decirle a la gente que se meta en una hipoteca cuando todo lo que he cantado y hecho en mi vida va encaminado a decir precisamente lo contrario? “¡No os metáis en una hipoteca! ¡Haced locuras! ¿Con qué cara les vendo yo un piso?―.

Lo que me pregunté siempre es cómo había sobrevivido un personaje gordo como él a la dieta del caminante bohemio, y cómo había acabado en un lugar tan apartado del clima tropical como es Soldeu, a más de 2000 metros de altura, sirviendo de entretenimiento a los ricos y de niñera a sus hijos.

Éramos cuatro animadores, y debíamos cubrir dos hoteles. A mí me tocaba cubrir el de abajo con Elisabeth, la cuarta componente del grupo. La aprecio porque era buena persona y siempre se portó bien conmigo, pero la verdad es que nuestras visiones de la vida eran tan diferentes que bien podríamos haber vivido en planetas distintos. Me aburría mucho.

El jefe, Tony, es un cubano negro de La Habana. Muy muy negro. Tan negro como mujeriego, tremendamente culto, vivo y al cual tengo a la vez en un pedestal y bajo tierra.
El que tantos años atrás fue mi mentor musical, el que me enseño armonía, esas primeras notas de boogie-woogie que se ven convertidas en toda una retahíla de canciones bluseras que sigo tocando a dia de hoy. El que trató de enseñarme a bailar pero se topó con la resistencia y el sentido del ridículo de la adolescencia. (Desde entonces he aprendido a bailar algo y lamento no haber aprendido entonces)

Tiempo atrás, en Cuba, Tony había estado estudiando para abogado. Su padre, persona con cierta influencia en aquellos lares, tenía idea de colocarle en algún puesto no del todo malo y hubiera llevado una vida tranquila y sin complicaciones. Pero Tony se iba al Malecón, se sentaba mirando al Caribe, a la tierra más allá del mar en la que todo era bonito, había oportunidades ilimitadas y y todo el mundo llevaba una vida como la de las películas americanas.

- "¡Entonses yo me creia esas cosas asere!" - interpelaba siempre.

Acabó sus estudios musicales, se graduó como licenciado en música y pian y al poco tiempo, un grupo de la Habana salió hacia España a hacer una gira de Jazz Cubano, y Tony con ellos.

Recorrió España un tiempo, consiguió trabajos aquí y allá, tocó en unos sitios y en otros, estuvo con unas mujeres y con otras... hasta que un buen día el destino lo trajo a mi, y apareció en mi casa, trajeado, negro impoluto de pies a cabeza, respondiendo a la llamada de una madre que buscaba profesor de piano para su hijo.

Varios años me dio clase, enseñándome a tocar Jazz y música al más puro estilo cubano. Enfadándose día tras día cuando se daba cuenta de que yo no me estudiaba lo que él me mandaba de tarea y así transcurrió el tiempo hasta que llegó el día en que yo me fui de viaje por el mundo y perdimos el contacto. La última vez que le había visto estaba trabajando de camarero en una cafetería en la calle Fuencarral en Madrid. Aquel día yo celebraba mi despedida de Madrid, porque me iba a vivir a Dublín en Irlanda, y lo hacía con la intención de no volver a poner un pie en Madrid en varios años... (en menos de uno estaba de vuelta, ironías de la vida)

Tony siempre decía que el mundo iba demasiado rápido, era demasiado competitivo. Con muchos aspavientos y humor nos contaba sus historias, de las cuales desafortunadamente no me acuerdo y no seré capaz de reseñar en estas páginas.

Tiempo, aventuras, fortunas y desventuras más tarde habríamos de reencontrarnos en Soldeu, a dos mil metros de altura, en medio del invierno más frio del que yo tenga recuerdo. Tony transformado en jefe de animación y yo transformado en subalterno y compañero de habitación.
Cuando caminábamos desde casa hacia el hotel, a treinta grados bajo cero y con las tormentas de febrero silbando entre las montañas y bloqueando las carreteras, Tony, siempre vestido de negro, sacaba su paraguas negro en medio del temporal y avanzaba a paso rápido profiriendo todo tipo de maldiciones según la nieve que sorteaba el paraguas le golpeaba la cara y se le quedaba enganchada en el pelo, dando la impresión cómica de un rastafari escarchado.

―¡¡¡¡¡¡¡¡LA PIIIINGAAAA!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡JODER QUE FRIO CONSOOOOOORTEEEE!!!!!!!!!!―.
―¡¡¡¡¡¡¡¡CANDELONES CON TOSTONES!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡ASERE QUE FRIO LA PIIIINGAAAAA!!!!!!!―.

Dani y yo cerrábamos la comitiva, muriendo de risa debajo del gorro, la bufanda, las gafas de ventisca y la tonelada de anoraks necesarios, escuchando como el único cubano de Soldeu profería maldiciones vudú contra la tormenta, la nieve y el frio.

En ocasiones, el tiempo era tan malo que era imposible verse las manos de la cantidad de nieve que caía. La única parte visible del cuerpo, cuando había algo visible, eran la nariz. Teñida de color rosa por el frío desafiaba la tempestad asomando entre la bufanda y las gafas de ventisca, alzada al viento como último baluarte mocoso de la resistencia humana al frío. Narices pequeñas y grandes, respingonas y chatas, narices gordas, típicas narices de cerdito... Si llego a pasar un mes más en Soldeu, hubiera acabado por reconocer a la gente por su nariz, aunque por aquel entonces me conformé con reconocer anorak, gorro y gafas, ya que dado el precio de estos no era muy frecuente disponer de variedad e identificaban con seguridad al propietario.

Tras el accidentado camino al trabajo todas las noches, nos daba la bienvenida el buffet del hotel, del cual disponíamos libremente mientras que el resto del personal debía alimentarse en el comedor situado en las catacumbas de personal, de una comida recalentada (con suerte la de las sobras de buffet del día anterior).

Y después comenzaba la noche, en la que "animábamos" a un público exhausto de esquiar durante todo el día y francamente con pocas ganas de ser "animado". Pero nosotros no vacilábamos en nuestro empeño, y venciendo vergüenza y bochorno propios y ajenos, les sacábamos día tras día a disfrazarse, a bailar, a hacer juegos...

Otros días, cuando el hotel de abajo se quedaba en manos de un pianista contratado, se aprovechaba para que Elisabet tuviese su día libre, y entonces yo subía al otro hotel, 100 metros más lejos y distinto en concepto. Aquel hotel era el feudo de Tony y Dani, con su música entre flamenca y cubana, en ocasiones también de piano romántica, como ese día de san Valentín en el que yo tuve mi gran estreno público como pianista (tocando bien me refiero).
 Y entre todas las canciones flamencoso-tuneras que sonaban aquellas noches, la que siempre permanece en mi memoria es una que se llama "Pedro Navaja", que al cajón yo siempre intentaba acompañar con el mejor ritmo y tocando con suavidad. Afortunadamente, Dani siempre se abstuvo de cantar la famosa "Clavelitos" de la tuna.

Tony y Dani me tenían por algún tipo de loco descerebrado y eso se les notaba a la hora de hablar de "la vaca loca", que es el apelativo "cariñoso-jocoso" que me adjudicaron un día que me disfracé de vaca (con ubres y todo) y fui por el hotel escandalizando a clientes y personal, seguido por una comitiva de niños empeñados en ordeñarme.  A posteriori debo decir que no estaban completamente equivocados.

El ritmo de la animación de costa era demasiado para aquel lugar olvidado de la mano de dios, pero eso no impedía que yo lo siguiera intentando.... hasta que en tres días sucedieron dos percances que motivaron mi salida de Andorra un mes más tarde:

El intento de reproducir un juego de costa terminó con un cliente estampándose contra un altavoz y haciendose daño, un niño que se me colgó a la espalda terminó con un labio roto y el colofón, obra maestra... "El Clandestino", pero esa aún me la guardo.

A partir de entonces las críticas se fueron haciendo cada vez más paternalistas, más odiosas, hasta llegar un momento que me llevaba con todo el personal del hotel menos con mis compañeros de trabajo, que por un lado vivían para criticarme (Tony y Dani) y por el otro lado con poco terreno en común (Elisabet) que me resultaban una compañía, con todo lo que implica, poco grata.

- NIEVE -

Pero no nos olvidemos de la gran protagonista de todo. Era de lo que más había en Soldeu. La que traia los esquiadores, la que nos daba catarros, la que se ponía amarilla cuando hacíamos pipí encima, y contra la que batallaban dia y noche las maquinas quitanieves y los pobrecillos de mantenimiento, unos con más medios que otros.

Tanta nieve había que cuenta la leyenda que un tipo llamado Teti aparcó el coche tras una noche de borrachera en Soldeu en noviembre, lo perdió en una tormenta en diciembre y no lo encontró hasta que las nieves empezaron a fundirse en marzo-abril. Era frecuente llevar los coches de los incautos huéspedes a un taller especial en el que los descongelaban para que pudiesen volver a arrancarlos.

La nieve definía nuestras vidas en maneras que escapan al observador casual.

Las tormentas en Soldeu eran de agarrarse y no soltarse. Recuerdo de forma especialmente vívida una noche en la que había tanta ventisca que extendiendo el brazo no conseguí verme la mano. Es un milagro llegar a casa en esas condiciones.

Dos o tres dias después amainaban las ventiscas, un montón de esquiadores marchaban cabreados a sus casas por no haber podido esquiar y es entonces que los oportunistas empleados de hostelería de Soldeu aprovechan para salir a pistas, cuando la nievecita está blanca, blanda y perfecta.

Y yo, en mi infinita sabiduría, decidí que era un buen momento para probar el snowboard. Sin monitor. Ni proteccion. Ni casco, Ni nada, di que si Raul.
Y alli marché con mi tabla y mis botitas, sin haberme puesto nunca antes una tabla de snowboard en los pies. Todo apunta a catástrofe verdad? pues alli iba yo tan feliz.

La primera al salir del remonte. PLAF!  de cara en la nieve.

- "Es un lapsus Raul, un mal comienzo, seguro que va a ir mejor" - Me decía mi vocecita interna.

Me puse la tabla en ambas botas  y probé suerte en una pendiente poco menos que ridícula.  ¡¡¡PLAFF!!! , el tortazo resonó en todo el valle.

Muchas subidas y bajadas (y sobre todo leches) después un magullado Raul retornó a casa derrotado como un vaquero tras un rodeo, apaleado como un borracho en sanfermines y murmurando cosas como "marditosnowboardloswevos" y "cagontoalatablamierda" y jurando no separarse de sus amados esquies nunca más.

Dos meses y medio en soldeu y solamente me pude permitir subir a pistas dos veces. Tiene narices.


- EL VAMPIRO DE NOCHE -

Dada la relación que tenía con mis compañeros de trabajo más próximos, y mi personalidad propensa a liarla por ahí y conocer a todo el mundo, me hice de un colega un tanto peculiar, que pasaba todas las noches en vela.

Había dos hoteles de la compañía en Soldeu: el viejo - Piolets - y el nuevo - Piolets Park & Spa- (Que tenía piscina, centro de belleza, masajes, y todo eso que es solamente para los ricos).

Harald era elnrecepcionista de noche de éste último, y todo un personaje digno de recordar.

Era llamado “El Vampiro de Noche” por lo poco que dormía, pues se pasaba el día esquiando y haciendo el capullo y la noche trabajando. Tenía pelo largo negro, y una larga franja plateada en el medio de la frente que en un patio de colegio le hubiera valido el apodo de "mofeta". Y la verdad es que se gastaba un cierto aire al Conde Draco, el vampiro de Barrio Sésamo que contaba números compulsivamente.

Cuando yo volvía por las noches tras irme por ahí de fiesta, o venía de trabajar del hotel de arriba (100 metros más lejos, pero 100 metros entre la nieve y el hielo a 15 grados bajo cero con ventisca) y venía con una gusa tremenda, con más frio que cazando pingünos y más hambre que el perro de un punki formabamos una extraña alianza y atacábamos el buffet del hotel, donde quedaba un buffet frio para aquellos clientes que llegaban muy de noche y con hambre: embutidos, postres y ensalada.

Aún me pregunto cómo funcionaban las cámaras frigoríficas del hotel. Si eran verdaderamente cámaras refrigeradoras, o si en cambio eran simplemente habitaciones en las que dejaron apagada la calefacción.
En casa utilizábamos el alfeizar de la ventana como congelador, pues la temperatura rara vez alcanzaba los 10 grados... bajo cero. (De hecho en la nevera hacía más calor que en la calle.)

Harald conocia la ubicación y ángulos negros de todas las cámaras de vigilancia, y teníamos que llegar hasta el buffet emulando a Tom Cruise en misión imposible. Esperando a que las cámaras que se movían apuntasen a otro lugar y evitando el campo de visión de las fijas.
Una vez llegados a la cocina no había más cámaras y éramos libres de servirnos a placer de las otras cámaras… las frigoríficas. Mi favorita era la cámara frigorífica de la sección de pastelería, en la que sabe dios la cantidad de pastelillos que
pude devorar. Algún día incluso llegamos a llevarnos tres o cuatro solomillos, y varios muslos de pollo... que en el camino de vuelta a casa se convirtieron en carne ultracongelada.

Otras veces Harald me dejaba llamar a la que entonces era mi novia, y yo le contaba cosas de ella, y él me escuchaba pacientemente, día tras día. En otras ocasiones era él el que me contaba, de como tenía un hijo, de como su padre había desaparecido cuando él tenía siete años y nunca más se supo de él, de lo cabrón que era su padrastro, de una mala mujer que le rompió el corazón.

Nos entendíamos muy bien a pesar del salto generacional que había por medio. (El padre de Harald apareció en Venezuela varios años más tarde, y llegué a conocerlo en persona en Mallorca, pero esa es otra historia)

A eso de las cinco de la mañana aparecía el encargado de preparar la bollería, y a las seis Harald y yo nos hinchábamos de croissants y napolitanas de chocolate humeantes recién salidas del horno, y la nieve que se veía por la ventana solamente conseguía que nos supiesen mejor. Luego a las ocho de la mañana, los días que yo resistía levantado hasta tan pronto-tarde, corríamos los 100 metros-nieve hasta las viviendas de personal.

En aquellas noches las conversaciones y los momentos poco gratos para unos y para otros propiciados por Tony y Dani (según muchos la "pareja de hecho" del hotel) nos llevó a ponerles el apelativo cariñoso de "Fat and Black", al estilo de Lauren y Hardy el gordo y el flaco... pues bien: el gordo y el negro.
La comicidad intrínseca de un negro con rastas en medio de Soldeu, ataviado todo de negro, con rastas negras, chubasquero negro, y paraguas negro no es de desdeñar. Recuerdo que en una noche de ventisca uno de los cocineros del hotel, un argentino muy salado llamado Claudio, le dijo  "Sonríe Tony que no te veo")
El nombre del dúo de moda fue acuñado por el señor Chemi, gran personaje y compañero de casa que no podía con Dani y sus ronquidos, que le mantenían despierto noche tras noche.

Chemi, onubense de nacimiento iba para torero pero algo pasó por el camino.
Trabajaba en mantenimiento en una fábrica cuando lo dejó la novia con la que llevaba tropecientos años. Necesitando un cambio lo soltó todo, metió las maletas en el coche y partió rumbo a Soldeu donde acabó metido en una casa con nosotros.
Más adelante ha proseguido con una carrera de actor, cantante y humorista, y se mudó al lado de casa de mis padres en Madrid. Más coincidencias de la vida.

-- El clandestino --

Las reuniones nocturnas en la recepción del Piolets Park comenzaron a hacerse más frecuentes y regulares, y de una forma u otra solíamos terminar encontrandonos Chemi, Harald y yo a altas horas de la madrugada intercambiando chistes, historias, quejas sobre la dirección del hotel y su escasa implicación en la avería de la calefacción y la disponibilidad de agua caliente que era, siendo amable, intermitente.

Entonces surgió la idea de poner todo ello en una crónica, un manifiesto, un folleto... un periódico. Así pués nació "El clandestino", con nocturnidad, alevosía y clandestinidad. Lo fuimos escribiendo entre risas, los tres redactores y yo al teclado por mi velocidad de tanto chatear con el MSN Messenger (ah que tiempos aquellos) y al final salió un A4 con tres columnas incluyendo horóscopo, pronóstico del tiempo (frio, muy frio) y finalmente decidimos que era buena idea hacer tropecientas copias y pasarlas por debajo de las puertas de las viviendas de personal.

La impresora vomitó 30 copias y nosotros, felices e inconscientes nos dedicamos a introducirlas bajo las anteriormente mencionadas puertas. Una vez completada la aventura Chemi y yo nos encaminamos hacia casa en la que encontraban Fat and Black invariablemente fumando porrillos y criticándome paternalmente. (que no digo yo que no tuvieran parte de razón, pero que fuese de lo unico que hablaban ya es otra cosa)

Cuando entramos en casa Chemi fué triunfalmente hacia Fat and Black a enseñarles nuestro nuevo y flamante periódico. Yo pensé inmediatamente:

- "¡Pero que diablos hace este loco, con la que nos van a montar estos dos!!"-

 y, efectivamente, pusieron el grito en el cielo.

- "Pero asere!! como haseis eso!! nos vais a buscar la ruina a los de animasion!!!! ¡La directora se va a poner hecha una furia!"

Y trás un sermón de cuidado tuve que ir casa por casa recogiendo las copias del infame escrito, para que la cosa no llegase a mayores, haciendo el ridículo y perdiendo sueño, a la par que Chemi se desentendía completamente del asunto.. Además de la consiguiente bronca, risa y escarnio, por parte de fat and black, que yasi que no sabían hablar de nada que no fuese yo y lo malo que era.

Puede que nos precipitasemos un poco con la publicación del tema, Puede que fuese una idea mala de cojones.. pero la verdad es que no era para tanto, y el personal al que le llegó se rió muchísimo… Y en línea con las contradicciones de la vida, como dijo en su dia el propio Vampiro:

ANDA QUE TIENE HUEVOS QUE UN CUBANO EN EL EXILIO NOS CENSURE UN PERIÓDICO.

Al final, y pese a mis esfuerzos, la cosa si que llegó a mayores y el hecho dió que hablar en los círculos del hotel, lo que se cocía llegaba incluso a la categoría de complot judeomasónico y revolución, y por supuesto que una copia llegó a manos de la directora que interpeló a Tony al respecto. Me gustaría haber estado allí para escuchar la conversación y verles la cara a los dos.

Tony siempre me decía que Harald era un liante, que se aprovechaba de mi para llevar a cabo sus locuras, por la edad que yo tenía, por mi inconsciencia e incapacidad de darme cuenta de que me estaban manipulando. Con el tiempo y habiendo conservado contacto con unos y con otros y en retrospectiva... volvería a hacerlo!! (de manera un tanto más anónima, claro)

Mi despido fue inmediato al depurarse responsabilidades, pero no así mi despido efectivo, porque desde que a Tony le dijeron que yo me fuese hasta que le enviaron un sustituto pasó más de un mes y medio. Y me porté bien y todo!


Andorra se convirtió en uno de los "turning points" de mi vida, un antes y un después, un cambio de la guardia.


-- Historias Laterales y epílogo --

En una de mis idas y venidas del hotel, no recuerdo bien si antes o después de nada descubrí las fichas de los guardaesquis. eran de metal, y tenian el tamaño exacto de una moneda de un euro.

Le pregunté a Carles de recepción si me podía conseguir unas cuantas y me saca una caja con unos 10 kilos de metal dentro de la cual procedí a surtirme como si no hubiera mañana. Las máquinas expendedoras de Soldeu y la máquina del Metal Slug sintieron mi furia gastadora.

Otro dia Carles comenzó a presumir de tener dos tarjetas maestras para poder acceder a cualquier habitación y aprovechando la coyuntura yo me hice de una de ellas lo cual dio pie a un sinfín más de fechorías. Por lo visto esa tarjeta supuso el fin de Carles en la empresa, ya que le pillaron en pleno acto con otra de las recepcionistas en la suite real.

La suerte de Fat and Black es también digna de reseñar. Tras irme yo, nuestros compañeros de piso en pleno dijeron que no tenían la menor intención de seguir viviendo en la misma casa que Tony y Dani, no aguantaban más el trato, los ronquidos, la forma de llevar las cosas, de quejarse por todo y estar siempre metiéndose conmigo aún habiendome ido ya.(al parecer yo seguía siendo su tema de conversación favorito, ah la fama!).

El que fue mi sustituto, Ismael, duró una semana, y tuvieron que mandar otro sustituto más, un turco al cual no me quedé a ver. Me dolió mucho irme, pues en mi vida he conocido tanta gente tan buena en tan poco tiempo, pero verdaderamente me la busqué y la encontré.

Tony tuvo una historia con Elisabet (la animadora poco animada), por lo visto se liaron y esas cosas que hacen los adultos. El caso es que vino un primo de Chemi, y surgió la pasión y el amor entre él y Elisabet. Y como consecuencia Tony despidió a Elisabet por "faltarle al respeto". Después de eso y al acabar la temporada Tony le dio en metálico la ultima paga de Elisabet a Dani, su compañero del alma y gran amigo, para que se lo entregase al llegar a Madrid.  Pero lejos de entregárselo, Dani se fue a Perú con el dinero de Elisabet y a día de hoy aun sigue en paradero desconocido....


 Y como dice la canción que cantaban Dani y Tony en el Piolets, en aquel invierno:
 "LA VIDA TE DA SORPRESAS,
  SORPRESAS TE DA LA VIDA...
  PEDRO NAVAJA MATÓN DE ESQUINA,
  QUIEN A HIERRO MATA A HIERRO TERMINA"

Un saludo muy especial a toda esa gente maravillosa que me he dejado en el tintero:
Mis queridas Lourdes, Maki, Reyes, Luisa, Martita, Bibi, Cheli, Magdalena...
Mis queridos Fat and Black, una de cal y otra de arena pero dignos de conocer, y con el paso del tiempo y la perspectiva de los años más.

Chemi, Victor, Harald (de nuevo), Sydney (por todos esos ataques nocturnos al buffet y a la pizzería del Piolets ) a José, Carles, Edu, Kartofeln (David para los amigos), Wilson, Teti, Claudio, y toda esa gente maravillosa cuyos nombres no acierto a recordar, pero que siguen en mi corazón y en mis sueños.

Tanta gente buena y tan poca memoria.

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